¿Por qué me siento peor si estoy sanando?
Hay algo que casi nadie te dice sobre el proceso de sanar, y a mi, definitivamente me tomó por sorpresa: a veces, al principio, el proceso puede sentirse peor antes de sentirse mejor.
Suena contradictorio, ¿verdad? Uno pensaría que sanar es igual a calma inmediata como si se tuviera que apagar el malestar como switch de luz, pero en realidad, sanar significa remover capas que llevaban años ahí. Y al levantarlas, lo que aparece no siempre es cómodo.
Hoy quiero contarte algunas de las sensaciones más comunes que pueden surgir cuando empiezas a sanar, por qué suceden y cómo puedes atravesarlas, y de una vez te digo, no eres el único, a mi y a muchísimos de mis pacientes les ha pasado.
1. La soledad aparece de repente
Cuando empiezas a sanar, puede que te sientas solo.
¿Por qué? Porque estás dejando atrás viejas dinámicas (y posiblemente disfuncionales) y aprendiendo a estar contigo mismo de una forma distinta. Esa sensación de vacío no significa que “estés mal”, sino que tu sistema está buscando nuevas formas de relacionarse: contigo y con los demás.
2. La calma se siente rara
La calma debería sentirse bien ¿verdad? PERO NO… muchas veces se siente horrible. Aburrida. Incierta.
Estamos tan acostumbrados al caos, al drama o a la adrenalina de la ansiedad, que cuando llega la calma, la mente dice: “¿y ahora qué hago con esto?”. A veces incluso creemos que extrañamos el desorden, cuando en realidad lo que extrañamos es la familiaridad de lo conocido.
3. Cambian tus relaciones
Sanar también significa respetarte y valorarte más. Para mi esto fue de las partes más importantes, sino es que la más importante… esto implica que ya no aceptas los mismos tratos de antes.
Lo difícil es que algunas personas que te acompañaban cuando eras tu versión más “pequeña”, no saben qué hacer con tu nueva versión. Poner límites puede sentirse como una traición a otros, y es común sentir culpa cuando alguien nos hace sentir que cuidarnos a nosotros mismos es “egoísta” o “agresivo”.
Pero no lo es: cuidarte no es atacar, es simplemente reconocer tu valor y no aceptar menos. Al principio nos toca obligarnos a hacerlo aunque se sienta horrible, pero poco a poco vas dándote cuenta que es lo mínimo que hay que hacer por nosotros mismos.
4. Conectas con emociones guardadas
Durante años, probablemente evitaste sentir lo que dolía, yo definitivamente sí. Y cuando empiezas a sanar, finalmente le quitas la tapadera a todo eso, y al quitarla, te das cuenta que hay mucho más de lo que te imaginabas. Y puede asustar mucho.
El resultado: aparecen emociones que ya estaban dentro de ti, pero que ahora por fin salen a la superficie. Puede sentirse como si estuvieras “peor”, pero en realidad estás atravesando lo que siempre estuvo ahí. La diferencia es que ahora lo puedes procesar, y finalmente estar en control real de ti mismo.
5. Extrañas tus viejos mecanismos de defensa
Aunque no fueran los más sanos, como por ejemplo: trabajar sin parar, beber, distraerte compulsivamente, evitar sentir o comer, entre otros, estos mecanismos eran tu forma de sobrevivir.
Cuando empiezas a soltarlos, es normal que extrañes esa falsa sensación de control. La buena noticia es que este es el momento de crear nuevos hábitos, nuevos rituales y nuevas formas de cuidarte, más alineadas con la persona en la que te estás convirtiendo.
El camino se siente inclinado, pero…
Sanar no siempre es un trayecto suave. Hay subidas que cansan, momentos donde parece que retrocedes, y curvas que marean.
Pero te prometo algo: después de esta subida inclinada, llega una bajada hermosa. Con vistas preciosas, aire fresco y mucha paz esperándote.
En CoHeal sabemos que este proceso no es sencillo, por eso hemos creado un curso que te acompaña a entender tu ansiedad, tu historia y tus patrones, para que tengas herramientas reales en cada etapa de tu sanación.
Sanar duele un poco al inicio, pero al otro lado hay libertad.